Los occidentales,
acostumbrados a la medicina convencional que en busca de soluciones a los
problemas de salud escudriña cada átomo del cuerpo sin considerar que el
organismo también está formado por energía aparte de materia, tendemos a ser
suspicaces cuando se nos habla de Yin-Yang o de actuar sobre el Qi (energía
vital) para restablecer la salud.
Lo cierto es que la OMS no sólo reconoce la práctica de la medicina china como sistema de salud válido sino que insta a los países a integrarla en los planes de salud.
Aún así, desconfiamos porque
no entendemos su funcionamiento.
En medicina china se sabe
que el cuerpo no es sólo materia sino que está recorrido por una corriente de
energía bioeléctrica llamada Qi. Esta energía tiene, al igual que la sangre,
canales por donde circula. Estos canales son los “Meridianos de acupuntura” que
contienen a su vez puntos determinados sobre los que se actúa: los “puntos de
acupuntura”. Su existencia real se puede comprobar gracias al “buscapuntos”, un
aparato pequeño que al rozar la piel nos avisa de cualquier cambio eléctrico en
ella, detectando de este modo el lugar donde se ubica el punto buscado.
A diferencia de la medicina
convencional que espera a que la persona enferme para recién actuar, la
medicina china está más atenta a prevenir la enfermedad que a tener que curar.
Para los chinos un buen médico no es aquél que salva a una persona muy enferma,
sino aquél médico de cabecera que cuida constantemente a su paciente de modo
que nunca se le enferme.
Para ello, aparte de
utilizar acupuntura y hierbas que cuiden la salud, la medicina china ha
desarrollado ejercicios destinados a prevenir la enfermedad: la gimnasia QiGong (Chi Kung) y el masaje Qi Gong. Ambos destinados a actuar sobre la energía
vital con el fin de moverla, aumentarla o dispersarla según lo que haga falta.